Plena Inclusión Madrid

Más que culpables, son “víctimas de la vida”

Virginia Yagüe y Natalia Aranda, estudiantes del máster de psicología forense de la Universidad Autónoma de Madrid, han realizado una acción de voluntariado individual en el Centro Penitenciario de Estremera, donde han impartido un taller de prevención de drogadicción a los internos con discapacidad intelectual que allí cumplen condena. Charlamos con Virginia, para conocer su experiencia.

Todo comenzó cuando Virginia Yagüe y Natalia Aranda, estudiantes del máster de psicología forense hicieron saber a su directora su interés por realizar un voluntariado relacionado con la materia. A partir de ahí y del contacto con FEAPS Madrid, se construyó un taller relativo al consumo de drogas dirigido a los internos con discapacidad intelectual del centro penitenciario de Estremera que tenía como objetivo acercar las consecuencias a corto y largo plazo relacionadas con el consumo de drogas, y sensibilizarles al respecto para prevenir un consumo futuro que pudiera incrementar sus posibilidades de delinquir.

“Queríamos proporcionar información básica sobre los efectos y prejuicios relativos al uso del cannabis, alcohol y cocaína y dotar a los participantes de habilidades y estrategias para rechazar posibles ofertas de consumo. Para ello era fundamental incrementar su autoestima y que no sintieran la necesidad de consumir para suplir otras carencias, y mostrarles otros comportamientos alternativos al consumo”

Virginia reconoce que la experiencia de voluntariado, que ha sido además su primer contacto con personas con discapacidad intelectual ha sido muy positiva y ha contribuido a eliminar ideas preconcebidas sobre la discapacidad. “Estoy muy contenta y satisfecha por todo cuanto he aprendido. Reconozco que al principio tenía cierto miedo porque no sabía con qué clase de personas me iba a encontrar. Siempre que nos hablan de personas con discapacidad intelectual tiendes a pensar en personas con nula capacidad de expresión y con un carácter complicado, pero estos prejuicios no se han correspondido con la realidad para la mayoría de los alumnos del taller”

“Mi opinión personal, en lo que a las personas con discapacidad intelectual se refiere, es que su discapacidad, unida a los ambientes marginales de los que proceden han favorecido que se vuelvan personas tremendamente vulnerables a delinquir. Por tanto considero que más que culpables son “víctimas de la vida” que no han tenido las mismas posibilidades de elegir que nosotros”

En relación a los conocimientos que poseen sobre las drogas, el taller les ha permitido comprobar que son muy básicos, y que sobre sus efectos tan sólo los identifican a partir de sus propias experiencias personales. “No eran capaces de elaborar definiciones concretas sobre las consecuencias, de modo que elaboraban un minirelato en el que explicaban su experiencia personal al respecto y cómo afectó su consumo a su entorno”

Virginia y Natalia se enfrentaron además a un reto adicional, adaptar la información y el discurso al nivel de comprensión de un grupo heterogéneo de personas con discapacidad intelectual. “Teníamos que organizar la información de forma muy sencilla y esquemática, sin sobrecargarles de ideas nuevas para garantizar que comprenderían, al menos, una parte de lo que se les explicase. De igual manera, los contenidos teníamos que expresarlos en un lenguaje muy sencillo y conocido para ellos. Me refiero por ejemplo a que tuvimos que explicar por ejemplo el significado de palabras como efectos y consecuencias” Sobre el éxito o no de ese esfuerzo de adaptación, reconocen que “la mayoría de los internos atendía pero una minoría desconectaba, bien por falta de interés o por no comprender los contenidos”.

Destacan también cómo al término de las sesiones los internos tenían muchas ganas de entablar con versación con ellas. “Creemos que necesitan que alguien de fuera valore sus méritos y les haga sentirse protagonistas durante un rato. Hemos empatizado con ellos y nos han acercado a sus experiencias, problemas y preocupaciones cotidianas, tales como manifestar ansiedad porque se acerca un permiso, o el temor de reencontrarse con familiares a los que no ven desde hace años. Nos gusta creer que el hecho de que se hayan tomado la confianza de contarnos tales preocupaciones es un indicador de que les hemos transmitido calidez y confianza, lo cual nos satisface enormemente”